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sábado, 20 de junio de 2009

Desahogo

Hay expresiones en según qué contextos que como una lupa parecen aumentar el volumen de lo acontecido, pero sólo expresan la “descomunal pequeñez” de los ánimos, las intenciones y los procedimientos de donde y por los que todo sucedió.

Pero peor que esta clase de comportamientos es cuando a ellos se suma la descortesía, pues mientras se guarda un mínimo de cortesía y de respeto mutuo, de reglas del juego, pueden pasarse por alto algunas cosas, no darse por aludido y mantener la paz, mas cuando incluso el maquillaje de la cortesía falta, ya se hace imposible ese otro disimulo cortés sin caer en la indignidad o en la cobardía.

El altruismo, la calidad moral de los demás se siente como amenazante, A MENOS QUE sirve de chivo expiatorio de la agresividad “regresiva” interesada de cualquier otro.

La indefensión en que voluntariamente se coloca el que sólo se orienta por amplias perspectivas y exigencias objetivas de la totalidad, parece estimular el narcisismo y la agresividad de los demás, hasta extremos “infantiles” por su crueldad, y sin finalidad proporcionada al daño que se produce (por ejemplo, desestabilización y desconfianza ambiente).

Y sin embargo habría que seguir actuando sin saña ni golpes bajos, teniendo a la vista horizontes amplios y objetivos, aun con la seguridad de hacernos más vulnerables a golpes bajos de los otros. ¿Hay algún modo de evitar lo bajo, lo innoble? No parece.

En fin, las cosas han sucedido ya y, por concretas razones del momento, pasaron como un vendaval por mí. Las cosas son iguales siempre y siempre distintas. Todo se ha transformado. Sacudo mi zapatillas, demasiado polvorientos de los tortuosos caminos de estas tierras, y me voy a otra parte.

Pero en estos momentos de cambio, cuando estos parajes son para mí el escenario de un recuerdo ingrato, mi ingenuidad, que no acabo de entender dónde brota, no acaba de considerar todo lo sucedido como una colosal pérdida de tiempo.

Todo lo que nos pasa, aunque irremediable, es también catártico y con lo acontecido me siento liberado de mucho de mi narcisismo, de tantos planes que contaron falsamente con una realidad que funcionase racionalmente, cuando es la irracionalidad de lo subjetivo, de lo egoísta y de lo iluso, lo que acaba torciendo todo a la larga.

Cuando en un globo terráqueo no se encuentra la salida, hay que desmontarlo, darlo la vuelta, aplanarlo sobre una mesa y convertirlo, cambiado de signo, en otra cosa. Y seguir, sin pararse, hacia otro norte, aunque haya accidentes que perduren y aunque el mapa lleve las cicatrices de nuestra rostro.

1 comentario:

A./ dijo...

Acudo a este retrete mío a hacer una tercera pintada.