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domingo, 12 de julio de 2009

El mundo hecho domingo por la tarde

El tiempo pasa y en realidad nunca se pueden advertir los umbrales de paso de época, los peak oils de la vida. Lo más que se puede decir es que sólo en algunas ocasiones, como “la caída del muro de Berlín” el 11s o el 11m experimentábamos, ante tales noticias perplejidad e inquietudes extrañamente nuevas, barruntábamos inminentes cambios radicales de nuestras vidas, mas todo ello en un cotidiano y monótono día a día del transcurrir del tiempo, sin solución de continuidad, en una agobiante repetición de lo mismo, pues parecía que nunca iban a vivirse otras cosas, otros modos de configurarse las cosas y los procesos y… que Dios nos conserve la vista.

Mientras esperábamos la riada, el agua subió hasta las rodillas. Con tal lentitud sucedía todo que apenas nos dábamos cuenta de que las cosas iban cambiando, hasta que un día cualquiera se advertía un comportamiento inusitado, ílicito tal vez, pero totalmente generalizado.

Sólo en los libros de historia hay puntos y aparte, páginas en blanco, capítulos y unidades didácticas. En la vida real no hay nada de eso, por mucho que nepotistas extranjeros, tras pegar unos tiros, hablen de amaneceres de nuevos órdenes mundiales ¡como si algún vikingo, al llegar a Terranova hubiese dicho con voz solemne, “ahora se terminó la Edad Media”!

Hay un continuo masivo de fluida perplejidad en cuyo seno los valores socialmente vigentes se van silenciosamente desgastando un poco cada día hasta que, de pronto, en un determiando aspecto o sector del mundo que existimos se produce un pareciable salto cualttativo, que, salvo los iniciados y promotores -y algunos observadores-, nadie se esperaba, y lo que es peor, cuyas consecuencias mediatas no coinciden con las previstas…

Quienes han conocido un tiempo anterior se encuentran de repente en otro ambiente, que se ha ido generalizando, sin sentir el cambio, hasta que comparando lo de ahora y lo vivido antes sorprende por su variación y sus notables diferencias. Todo se v distinto, todo huele distinto, hasta la comida sabe distinto…es una experiencia universal, a los setenta, a los cincuenta, a los treinta y cinco.

Empero, los modos de relación y de reacción son iguales a los de ayer. Muchas cosas asustan, y los hijos de puta de palabra pasan a serlo de hecho, pero nada ni nadie sorprende, cambian los argumentos y las situaciones se repiten, se reconoce el guión y los gags, casi todo suena a dejà vu, y hasta los episodios politicos y las acittude ante terribles problemas internacionales. Va resultando todo aburrido como una serie española (o de cualquier otro país).